Incubando Futuro
Del laboratorio a la realidad real

Del laboratorio a la realidad real

Con problemas como los que tiene y los que se le avecinan, el mundo de hoy se ve urgido de innovaciones. Parte de la opinión pública guarda la noción de que en alguna parte hay científicos dando forma a una serie de nuevas tecnologías que sin más saldrán de los laboratorios convertidas en productos y servicios beneficiosos para la humanidad. Pero eso no es del todo cierto: el camino de la innovación es zigzagueante y aparece lleno de escollos. Gran parte de las veces la complicación radica en que los centros de investigación públicos y privados no logran hacer rentables sus ideas, lo que los vuelve económicamente insostenibles.

«Innovación rota» denomina al problema un estudio de la IESE Business School1. Ese trabajo sostiene que la respuesta podría estar en la “innovación conectada”, así hablemos de un centro de ingeniería o de uno farmacéutico: la idea es conectar la investigación y la comercialización mediante un proceso que transforme los descubrimientos en valor económico como vía para asegurar la sostenibilidad de los centros de I+D.

Son muchas las voces que machacan con que la biotecnología tiene la capacidad de convertirse en una de las llaves que cambie el futuro de la Argentina al permitir, entre otras cosas, sustituir importaciones y crear empleo calificado. “Es una gema”, ilustran para referirse a ese luminoso potencial argentino en este terreno. Sucede que la gema está metida entre capas de sedimentos históricos: primero hay que encontrarla, construir la mina, sacarla, pulirla. Luego de todo eso, brilla. Pero sin esa intervención lo más probable es que jamás logre irradiar nada.

Son muchas las voces que machacan con que la biotecnología tiene la capacidad de convertirse en una de las llaves que cambie el futuro de la Argentina al permitir, entre otras cosas, sustituir importaciones y crear empleo calificado. “Es una gema”, ilustran para referirse a ese luminoso potencial argentino en este terreno.

Ese es, en parte, el rol de las incubadoras y aceleradoras de startups de base biotecnológica que contribuyen a “sacar brillo” a diferentes proyectos que, además de solucionar algunos de los problemas del mundo, pueden también ser un motor de crecimiento y desarrollo económico para sus respectivos países.

La construcción de Indear arrancó en 2004. Con la inauguración oficial vivió en 2010 su momentum, y siguió desde entonces agrandándose hasta que con los laboratorios funcionando le fue posible suscribir a nuevos proyectos de I+D. En 2011 Bioceres decidió crear un área específica dedicada al financiamiento competitivo, y de ahí en más se generó una ola de creación de empresas que incluyó proyectos tan relevantes como INMET, AGBM y Héritas: las dos primeras recibieron el apoyo de Empretecno (Programa de impulso a las Empresas de Base Tecnológica administrado por el Fondo Argentino Sectorial “FONARSEC”), mientras que Héritas consiguió financiarse a través del Programa de Fomento de la Inversión Emprendedora en Tecnología: el ya mencionado “PROFIET” del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación. Un poco antes también comenzó a incubarse Saberr (Sistema de Aceleración Biotecnológico Empresarial para Rosario y su Región), el primer “spin off” de Bioceres –la empresa no está hoy vinculada al grupo- dedicado a acelerar proyectos tecnológicos acompañando desde la gestión, la investigación, la innovación y el acceso al mercado, ya sea con fondos propios o de terceros.

Es un trabajo singular el de conectar y construir capacidades para que la ciencia se haga carne en el intrincado mundo de la realidad real. Lo que sigue pretende dar cuenta de eso: lamparitas que se prenden, piezas que encajan y otras buenas historias de ciencia y negocios.

¿A quién no le gusta el queso?

Patricia Miranda era todavía estudiante cuando ingresó al Instituto de Biología y Medicina Experimental, el mismo “IBYME” que en 1944 había fundado Bernardo Houssay, primer argentino en recibir un premio Nobel. Ahí tuvo la posibilidad de hacer su tesis de doctorado en Química Biológica. Se especializó en bioquímica de proteínas, luego de la crisis de 2001 se fue a trabajar a Chile y de ahí a la Universidad de Massachussets, que queda en la pequeña y primorosa ciudad de Amherst. La experiencia de ese pueblo entre granjero y universitario le encantaba, pero decidió volverse cuando a través de Alejandro Mentaberry y Lino Barañao supo que tenía una posibilidad de empleo en Indear. Le pareció una oportunidad única, y en 2006 se sumó como asesora investigando en lo que más sabía: las proteínas. La incorporación se dio bajo la figura de Investigador en Empresa, por medio de la cual seguía percibiendo parte de su salario a través del Conicet.

Patricia Miranda junto a plantaciones de cártamo para realizar quimosina, en el predio de INDEAR.

“Molecular farming” –agricultura molecular- se llama la rama de la biotecnología a través de la cual se busca modificar genéticamente a las plantas para que “fabriquen” moléculas de interés comercial. Desde sus primeros años Bioceres estaba más que interesada en este promisorio campo. Y dado que la mayoría de las veces el producto del molecular farming tiene que ver con proteínas (como vacunas, citocinas, anticuerpos, factores de crecimiento y enzimas) la compañía requería de alguien que de proteínas entendiera. Patricia Miranda resultaba perfecta.

Fue en un congreso de biotecnología que Bioceres se enteró de que la empresa canadiense SemBioSys Genetics Inc. había arrancado un proyecto de producción de quimosina en semillas de cártamo, y por un buen número de razones la idea se presentaba particularmente atractiva. Vayamos por partes: la quimosina es una enzima que resulta esencial para elaborar queso: de hecho es la que hace que la leche cuaje. Originalmente se extraía del cuarto estómago de terneros lactantes, aunque hace algunas décadas comenzó a producirse en fermentadores, usando levaduras o bacterias. El desarrollo de SemBioSys consistía en producirla en plantas, transformando genéticamente el cártamo para que en sus semillas contenga quimosina. Se trata de un sistema amigable con el ambiente, de menor costo y que permite la producción a gran escala. En principio solo hace falta la energía del sol y los nutrientes del suelo para que las plantas crezcan. Y en el proceso de producción no emiten carbono, sino que lo consumen. Además las semillas (o mejor dicho, la enzima que está en ellas) puede conservarse por mucho tiempo e ir procesándose en función de la demanda. Pero hay todavía más: el cártamo asegura una bioseguridad máxima (porque no hay en el país especies autóctonas relacionadas, lo cual impide el flujo de genes) y tampoco está dentro de la cadena alimentaria. A nivel económico la especie elegida resulta interesante por tolerar condiciones semiáridas, lo que habilita a sembrarla en regiones que hoy no son aptas para otros cultivos. Con tan solo 400 hectáreas se podría abastecer a todo el mercado para la industria quesera argentina. Y al ser la misma planta el “reactor” que produce la enzima, el proceso resulta muy eficiente desde el punto de vista energético: mucho más que hacerlo en un fermentador.

Para SemBioSys no era estratégico continuar con las siguientes fases del proyecto. Quiso entonces venderlo, y desde Indear comenzaron a hacerse las evaluaciones para decidir si era viable adquirir la tecnología. En 2008 Patricia Miranda y Federico Trucco se encontraron en la ciudad de Calgary con los representantes de la empresa canadiense, hicieron las preguntas del caso y se dedicaron a estudiar si serían capaces obtener un producto comercializable. Concluyeron que sí, que era posible. Y poco después Patricia levantó su laboratorio en Buenos Aires y lo mudó a Rosario: fue cuando arrancó a trabajar en el ya mencionado “búnker”. La entonces biotecnóloga recién recibida Brenda Podoroska se incorporó para, codo a codo con Miranda, empezar a desplegar el fascinante proyecto quimosina.

“Molecular farming” –agricultura molecular- se llama la rama de la biotecnología a través de la cual se busca modificar genéticamente a las plantas para que “fabriquen” moléculas de interés comercial. Desde sus primeros años Bioceres estaba más que interesada en este promisorio campo.

La primera fase fue la de laboratorio. Había que evaluar si la quimosina funcionaba y para eso el par de científicas debía llegar a las fábricas de quesos a eso de las cinco de la mañana, que era la hora en la que la elaboración arrancaba. Ahí estaban temprano, con el hielo y los demás elementos que requerían para hacer el experimento y observar primero si la coagulación se daba en el tiempo esperado, y luego si el queso tenía la calidad que se requería. Era salir al campo a embarrarse y después regresar para escribir los informes: una época que Miranda recuerda como “especialmente estimulante”. Los resultados en laboratorio fueron buenos, ahora había que llevar el proyecto a una mayor escala. Primero se diseñó en el subsuelo de Indear una planta piloto cuya construcción estuvo a cargo del ingeniero químico y doctor en Biología Martín Salinas: se trataba del primer proyecto de molecular farming en toda Sudamérica. Patricia y Federico salían a la vez a buscar financiación, hasta que en 2015 pudo concretarse un joint venture con la empresa cordobesa Porta Hermanos. La nueva compañía se llamó AGBM y su propósito era el de producir y comercializar quimosina vegetal y otras enzimas industriales tanto a nivel nacional como internacional. El emprendimiento contemplaba la construcción de una planta industrial en la ciudad de Córdoba, cosa que ocurrió un año después: Argentina era ya dueña de la primera fábrica del mundo para la producción de quimosina vegetal. La comercialización del cártamo transgénico se terminó de aprobar en el país en diciembre 2017 a través de la Resolución 103-E/2017 de la Secretaría de Agregado de Valor del entonces el Ministerio de Agroindustria.

De residuos a biomateriales

La empresa Ingeniería Metabólica S.A. “Inmet” se creó en 2011. La ingeniería metabólica es una ciencia que despuntó en los ’90, y que en líneas generales tiene que ver con reemplazar productos químicos, mayormente derivados del petróleo, por otros más sostenibles y biodegradables desarrollados a partir de organismos vivos. La ingeniería metabólica trata de “calibrar” la bioquímica de los microbios para que su energía y recursos sirvan a la síntesis de productos químicos útiles. A veces esos ajustes implican modificar la genética del organismo, otras consiste en una más compleja ingeniería del metabolismo microbiano y sus condiciones como sistema. La revista de divulgación Scientific American explica que, a diferencia de los combustibles fósiles, los productos químicos elaborados a partir de microbios “son renovables indefinidamente y emiten relativamente pocos gases de efecto invernadero”. Algo así como transformar a los microbios en fábricas.

Parte del equipo de INMET.

La revista de divulgación Scientific American explica que, a diferencia de los combustibles fósiles, los productos químicos elaborados a partir de microbios “son renovables indefinidamente y emiten relativamente pocos gases de efecto invernadero”. Algo así como transformar a los microbios en fábricas.

El Foro Económico Mundial nombró en 2016 a la ingeniería metabólica como una de las diez tecnologías emergentes de ese año, sin embargo el empleo de microorganismos para la producción de compuestos biológicos no tiene todavía un desarrollo importante en la Argentina, mientras que a nivel mundial tampoco son tantas las empresas que aplican estas soluciones.

Fue Diego de Mendoza -científico nacido en Jujuy que hizo gran parte de su carrera en Rosario, donde entre otras cosas cofundó y fue el primer director del Instituto de Biología Molecular y Celular “IBR”- quien, junto al también investigador del Conicet doctor Gustavo Schujman, a partir de un subsidio Empretecno y con el apoyo privado de Indear creó en 2011 un emprendimiento que recibió el nombre de Inmet. La flamante biotecnológica rosarina nacía con la meta de desarrollar organismos genéticamente optimizados para producir compuestos de alto valor agregado y un mínimo impacto ambiental a partir de materias primas de bajo costo.

Uno de sus desarrollos más promisorios es el que tiene que ver con la creación de tecnologías de bajo impacto ambiental para convertir residuos agroindustriales en productos biodegradables, más concretamente desechos de la industria del biodiesel (como glicerina cruda) y otros provenientes de industrias alcoholeras (como las vinazas de maíz y caña, que son altamente contaminantes). El trabajo que se lleva adelante en Inmet consiste en “programar” genéticamente cepas de la bacteria Bacillus Subtilis para que sean capaces de aprovechar el carbono y los nutrientes que hay en esos residuos, convirtiendo lo que ingieren en bioplásticos que luego sirven para hacer desde bolsas hasta sorbetes pasando por envases de insumos agropecuarios. El material resultante se llama PHA o polihidroxialcanoato y sus propiedades se parecen a las del polipropileno de las típicas botellitas PET, aunque es cien por ciento biodegradable tanto en la tierra como en un río o en el mar.

Gustavo Schujman y Diego de Mendoza, co fundadores de INMET.

Inmet funciona hoy como una unidad de negocios dentro Bioceres, que controla el 60 por ciento de esta empresa que realiza algunos de sus desarrollos de forma autónoma, en otros comparte la propiedad intelectual y otros más los lleva a cabo a pedido de diversas compañías a las que brinda servicios de I+D. Este 2021 anunció que arrancará la construcción de una nueva planta piloto en el Gran Rosario, para lo cual recibió de parte del Programa Soluciona, del Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación, un aporte de no reembolsable de 15 millones de pesos. Consultado por los medios acerca de la noticia, Shujman indicó que llevar los procesos del laboratorio dentro de la sede de Bioceres en el CCT a una planta piloto es algo que “no registra antecedentes en la región”.

Medicina de precisión

El Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular, más conocido como “Ingebi” queda en el bajo Belgrano porteño y es el lugar donde el biólogo molecular Martín Vázquez había forjado casi toda su carrera hasta que en 2006 empezó a ser parte de Indear, donde estuvo primero a cargo de la plataforma de secuenciación genómica y bioinformática hasta que años después se transformó en director científico. Desde el principio el investigador mostró madera de emprendedor, venía de aplicar las últimas tecnologías de genómica al cultivo de vegetales y en un momento dado llegó a la conclusión de que algunas de esas tecnologías resultaban también aptas para salud humana: podían servir tanto para comprender mejor las enfermedades como para ayudar a definir vías de tratamiento, campo de estudio que desde hace años viene teniendo un desarrollo vertiginoso. Así fue como en 2016 nació Héritas, empresa que se enfoca en el desarrollo de la genómica clínica para tratar y prevenir enfermedades oncológicas, cardiopatías, desórdenes de microbiomas y enfermedades poco frecuentes. Un mundo bien distinto al del agro, y aun así dentro del gran paraguas de las ciencias de la vida.

El objetivo de Héritas tiene que ver con desarrollar y validar plataformas tecnológicas clínicas que hagan posible contar con una base de datos sobre diferentes enfermedades de la población argentina con base en la genética o en desórdenes del microbioma, algo que podría generar un impacto más que interesante en el desarrollo de la medicina de precisión en el país, ya que se trata de una información clave para prevenir y predecir de enfermedades, elegir tratamientos médicos y monitorear su eficacia, siempre con foco en los aspectos únicos de cada paciente.

Desde el principio el investigador mostró madera de emprendedor, venía de aplicar las últimas tecnologías de genómica al cultivo de vegetales y en un momento dado llegó a la conclusión de que algunas de esas tecnologías resultaban también aptas para salud humana.

Martín Vázquez junto a Fabián Fay.

Para crear la empresa Bioceres se asoció con Cibic, que es uno de los laboratorios de diagnóstico clínico más prestigiosos en toda la provincia de Santa Fe. Su director, el biólogo molecular Fabián Fay, se transformó en cofundador del proyecto.

Uno de los campos de acción más atractivos de Héritas tiene que ver con estudiar el microbioma humano, conocer el balance de esa comunidad de 38 trillones de microorganismos que están presentes en el intestino humano. La compañía realiza ese estudio acompañando a los pacientes con el asesoramiento de un profesional genetista, quien caso por caso se ocupa de analizar las particularidades.

A sus unidades de genómica clínica y genómica de la reproducción Héritas incorporó hace poco un área nueva que se llama Héritas Wellness y busca que los pacientes puedan tomar decisiones informadas para el bienestar y la prevención de diferentes enfermedades crónicas. La empresa también está pensando en expandirse a Latinoamérica como una forma de llevar sus tecnologías en salud y prevención hacia toda la región.

Voces

MARCELO CARRIQUE, Presidente del directorio de Bioceres. Palabras del presidente del Directorio de Bioceres, Memoria y balance 2012

«RECONOZCO QUE MUCHAS de estas iniciativas nos diversifican en los negocios más allá de nuestros planes, pero creo que responden a un proceso de adaptación a un mercado con poca inclinación al riesgo y a la innovación, lo que sin duda aumenta nuestro desafío, pero sin llegar nunca a un desatino”.

GUSTAVO SHUJMAN, Cofundador de INMET Entrevista en Eco365, mayo de 2021. Disponible en https://www.rosario3.com/ecos365/noticias/Empresa-biotecnologica-rosarina-se-lanza-a-construir-una-nueva-planta-industrial-20210521-0011.html

“HOY TENÉS UNA DEMANDA por el lado de generar procesos sustentables, una demanda de materiales biodegradables y cada vez hay más presión y más regulaciones con respecto a la necesidad de reducir el impacto negativo sobre el medioambiente. Así que sin dudas nos movemos dentro de un campo que es rentable”.

PATRICIA MIRANDA, Responsable de Asuntos Regulatorios en Indear. Conversación vía zoom, junio de 2021

“EL PROCESO DE CREAR AGBM me resultó muy energizante, hasta que no salís de tu zona de confort tal vez no te das cuenta. En su momento costaba levantarse a las 5 de la mañana, pero hoy uno mira para atrás y hasta lo mira con nostalgia. Salíamos a hacer la prueba y enseguida nos estaba llamando Federico: ‘¿Salió?’, ‘cómo dio?’, ‘¿funcionó?’. Y después íbamos con los quesos para hacerlos analizar en Buenos Aires. Como los hacíamos para probar, me acuerdo que conseguíamos los quesos para las fiestas de fin de año, también que en una reunión de accionistas se los dimos junto con las galletitas del proyecto amaranto”.

FEDERICO TRUCCO, CEO de Bioceres Entrevista en Clarín, julio de 2019, disponible en https://www.clarin.com/economia/economia/biotecnologica-argentina-estrella-wall-street_0_WCzAygHBP.html

“PARTE DE LA RENTABILIDAD DEL AGRO no tiene que ver con producir cada vez más, sino con hacer más cosas con lo que ya producimos. Estamos viendo cómo transformar las materias primas en biomateriales. En vez de sacar asfalto derivado de procesos de la industria de hidrocarburos, tener un asfalto que venga de la chala del maíz o de la paja del trigo. En la industrialización del segmento de los biomateriales está hoy la mayor oportunidad”.

LINO BARAÑAO, Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación Argentina entre 2007 y 2018. Conversación vía zoom, junio de 2021

“NO HAY MUCHOS SECTORES PRIVADOS que se hayan comprometido como lo hizo Bioceres. Tendría que existir un Indear de alimentos”.

MARTÍN VÁZQUEZ, Cofundador y presidente en Héritas. Conversación vía zoom, mayo de 2021

“AL PRINCIPIO FALTABA UN LENGUAJE COMÚN entre el mundo científico y el empresarial, entendernos y comprender cuáles eran de cada lado las propiedades. Hacía falta tender puentes, trazar caminos comunes, faltaba mucho. Por eso es que más allá de lo que hacíamos en Indear día a día, incluso de todas esas tecnologías que terminaron permitiéndole a Bioceres cotizar en la bolsa de Nueva York, yo me inclino por rescatar la construcción de esos puentes para que el científico entienda al empresario y el empresario entienda al científico. Indear fue esa caja común, nueva y distinta, donde esos mundos se encontraron. Es un proceso que posiblemente vaya evolucionando, pero hoy la gente que entra a Indear ingresa a una caja nueva y a una cultura nueva”.

GLORIA MONTARON ESTRADA, Directora de Legales y Propiedad Intelectual en Bioceres. Conversación vía zoom, junio de 2021

“ALGO SÚPER IMPORTANTE es que en Bioceres aprendimos el valor que el mundo le da a la propiedad intelectual, una materia que en la Argentina en general nos falta. Cuando logramos cotizar en bolsa, Bloomberg nos describía en dos líneas: ‘Bioceres, creada por farmers, revenue tanto, EBITDA tanto’ y luego la cantidad de patentes. Cuando vas a las reuniones con los bancos para presentar la empresa, cuando los potenciales inversores van a recorrer las plantas, lo primero que preguntan es: ‘¿esto está protegido?’. Hoy en Bioceres nadie publica nada sin primero preguntarme”.

SANTIAGO LORENZATTI, Socio fundador de Bioceres. Entrevista en su casa en Monte Buey, Córdoba, mayo de 2021

“BIOCERES SIGUE MANTENIENDO INTACTOS los valores de animarse a innovar, animarse a romper el statu quo, desafiar la lógica reinante. Eso tiene que ver con los orígenes de la empresa y sus raíces en Aapresid. Hoy Bioceres tiene su propia lógica, una compañía completamente profesional, global. En Argentina permitió explorar caminos que estaban cerrados para el productor agrícola. Creo que ese es el principal legado: no quedarnos con lo tradicional, o con el caminito de lo conocido”.

VÍCTOR TRUCCO, Socio fundador y presidente del directorio de Bioceres entre 2008 y 2010. Palabras iniciales de la Memoria y Balance del año 2009

“ES EL TIEMPO de los cultivos modificados genéticamente, los biocombustibles de segunda generación y de las “biofábricas”. Tenemos que pensar en los desafíos de los nuevos tiempos. No podemos imaginar el futuro con ideas del pasado”.

CARLOS POPIK, Miembro del directorio de Bioceres. Conversación vía zoom, julio de 2021

“LO QUE HOY PODÉS TOCAR de Bioceres no se llama HB4”.

MOISÉS BURACHIK, Director de Asuntos Regulatorios en Bioceres. Conversación telefónica, agosto de 2021

“ME SIENTO MUY GRATIFICADO de trabajar en Bioceres. Hay una característica del Grupo que me parece digna de ser destacada: su amplitud para abrir los brazos y recibir ideas sin temor al fracaso. Hablamos de cosas que todavía no se enseñan en la facultad. Bioceres invierte esfuerzo y también dinero en proyectos que tienen un tinte innovador que en ciertos casos resulta excepcional. Es probable que en ningún lugar del mundo estén desarrollándose proyectos como los que hoy la compañía está encarando, algunos de los cuales a mis 89 años tal vez no alcance a ver. Ese entusiasmo para lo nuevo no es fácil de encontrar, de hecho es lo que la diferencia del montón de empresas que se dedican a esto. Estamos en la frontera del conocimiento”.