
«No somos grandes, somos muchos»
2001 es el título de una película de Kubrick, también el año en el que se creó Wikipedia, Nature publicó el mapeo completo del genoma humano y Steve Jobs presentó el primer modelo de su discreto y elegante Ipod. Pero para cualquier argentino con la edad suficiente como para recordarlo, la sola mención de “el 2001” retrotrae a cacerolas y un caos amplificado por el corralito y los saqueos, vidrios rotos y columnas de humo haciendo de marco a unos ánimos caldeados al calor del “que se vayan todos”, combo que terminó desatando una crisis institucional, política, económica, financiera y de representatividad que acabó con 39 manifestantes muertos y la secuencia de cinco presidentes de la Nación en el transcurso de once días.
Las consecuencias del cataclismo continuarían por varios años. Y entre otras de sus derivaciones, sucedía que los científicos se iban a buscar oportunidades laborales en el extranjero o a arrancar sus doctorados, en cualquier caso con muy pocas miras de volver teniendo en cuenta que para 2001 uno de cada cuatro compatriotas andaba desocupado.
Los científicos argentinos son mundialmente valorados por sus aportes y por su formación, no por casualidad el país es el único de la región con tres premios Nobel en ciencia (Bernardo Houssay en Medicina, 1947; Luis Federico Leloir en Química, 1970 y César Milstein también en Medicina, año ’84). De ahí que, más allá del durísimo contexto, el sistema científico local aparecía golpeado, pero ampliamente desarrollado –con el Conicet, con el INTA, con las universidades-, no obstante la ciencia no tendía a reconocerse como una oportunidad de negocio. Mientras tanto la competitividad del sector agropecuario veía crecer su productividad de la mano, mayormente, de innovaciones tecnológicas surgidas en el mundo desarrollado. Más allá del momento complicado, la Argentina lideraba la tasa de adopción de biotecnología a nivel mundial.
Había que tener una visión muy clara, una convicción muy fuerte, para lanzarse en ese preciso momento histórico a crear una empresa de biotecnología. Así y todo el núcleo duro de Aapresid era un hormiguero de inquietudes. “¿Cómo vamos a acceder de ahora en más a la tecnología que necesitamos, si a poco nos caemos del mundo?” era la pregunta que circulaba en tanto se constataba que en el país existían investigadores excelentemente formados, y entonces “veamos qué hay disponible en el circuito científico argentino y tratemos de desarrollarlo, busquemos la manera de llevar todos esos desarrollos a nuestros campos”.
La sinergia con el sector público tomaba forma pero implicaba a la vez un mecanismo poco explorado, con escasos o nulos ejemplos que pudieran funcionar como referencia. El desafío era enorme. Se trataba de meterse en un negocio que requería de no pocas inversiones y donde los plazos de la invención a la innovación no bajan de los diez años, a la vez que se multiplican los riesgos científicos, técnicos, de propiedad intelectual, regulatorios y por supuesto comerciales. No es obra del destino que la biotecnología haya estado desde sus orígenes en manos de grandes multinacionales. El éxito solo era posible si se apostaba a un proyecto altamente innovador también desde lo organizacional.
Había que tener una visión muy clara, una convicción muy fuerte, para lanzarse en ese preciso momento histórico a crear una empresa de biotecnología. Así y todo el núcleo duro de Aapresid era un hormiguero de inquietudes. “¿Cómo vamos a acceder de ahora en más a la tecnología que necesitamos, si a poco nos caemos del mundo?”







Hubo quien durante las primeras charlas mencionó la posibilidad de armar una fundación, pero en parte por la visión de Víctor Trucco y otro tanto por el consejo de Juan Enríquez Cabot la propuesta terminó tomando forma de empresa. Al fin y al cabo, Aapresid ya era una ONG, y las empresas pueden tener propósitos diferentes. Las opiniones planeaban, las ideas maduraban, el proyecto empezó a organizarse, allá por noviembre la decisión estaba tomada y salieron las cartas de invitación a los miembros de Aapresid y otros amigos de la institución, como Héctor Huergo (periodista y ex presidente del INTA) y Héctor Ordóñez (quien era entonces director del Programa de Agronegocios y Alimentos de la UBA y desdichadamente falleció en 2005).
El prefijo bio significa “vida”, mientras que Ceres era en la mitología romana la diosa de la agricultura, las cosechas y la fecundidad. Pero al nacer Bioceres no se llamó Bioceres sino Biopampa, solo que ese nombre ya estaba registrado y entonces debieron cambiarlo. Bioceres resultó elegida como la mejor opción.
El prefijo bio significa “vida”, mientras que Ceres era en la mitología romana la diosa de la agricultura, las cosechas y la fecundidad.
El 12 de diciembre de 2001 la compañía nació en un salón prestado en la Bolsa de Comercio de Rosario, fundada por 23 socios. Cada uno de ellos puso de su bolsillo un total de 600 dólares. El objetivo original tenía que ver con gestionar, asignar recursos humanos y financieros y desarrollar proyectos vinculados con la agrobiotecnología fortaleciendo el vínculo público-privado; la idea de fondo era disponer de eventos biotecnológicos que aunque no dieran un rédito inmediato –no lo harían- sí permitieran a los socios mejorar su performance como productores. La empresa se constituyó como una sociedad anónima en la que cada accionista podría tener un solo título, se designó un directorio y también un presidente, que fue Gustavo Grobocopatel. Ninguno de los socios podría tener más del 5 por ciento del capital social, premisa que se mantiene hasta hoy. Víctor Trucco, doctor en Bioquímica por la Universidad Nacional de Rosario y subsecretario de Recursos Naturales de Santa Fe entre 1993 y 1995- se convirtió enseguida en el líder natural del proceso, acompañado de cerca por un adelantado de la agronomía como lo fue Rogelio Fogante, otro emblema del INTA fallecido en 2016.
Lo decía Graham Green, pasa en la vida de las personas y también en la de las organizaciones: llega un momento en el que una puerta se abre y deja entrar al futuro.
El 12 de diciembre de 2001 la compañía nació en un salón prestado en la Bolsa de Comercio de Rosario, fundada por 23 socios.
Los 23 socios fundadores de Bioceres
- Martín Ambrogio
- Pedro Barbagelata
- César Belloso
- Cintia Castagnino
- Mario Chesta
- Claudio Dunan
- Germán Fogante
- Hugo Ghio
- Luis Giraudo
- Gustavo Grobocopatel
- Héctor Huergo
- Juan Carlos Isern
- Santiago Lorenzatti
- Mario Nardone
- Jorge Romagnoli
- Pablo Spelanzon
- Víctor Trucco
- Rogelio Fogante
- José María Borletto
- Héctor Ordóñez
- José Araya
- Miguel Lucero
- Alejandro Bartolomé
Voces
GUSTAVO GROBOCOPATEL: Socio fundador y primer presidente de Bioceres Conversación vía zoom, abril de 2021
«SIEMPRE SE DICE QUE PARA INVERTIR EN BIOTECNOLOGÍA se necesita mucho dinero. Nosotros vinimos a demostrar que no es cierto: también se podía hacer uniendo a muchos. De hecho Bioceres compite en desarrollo con jugadores gigantes, como Bayer o Syngenta. La idea de que ́no somos grandes, somos muchos’ resulta en sí misma una innovación”.
ROBERTO PEIRETTI: Miembro fundador de Bioceres Conversación vía telefónica, mayo de 2021
«FUE LA CONFLUENCIA DE DIFERENTES COSAS y de felices coincidencias. Un sueño común que se elaboraba no por las ideas de un iluminado, sino por muchas personas que teníamos como centro el pívot de Aapresid. Basta mencionar que veníamos de cambiar un paradigma de agricultura que había regido por diez mil años. Si uno se enganchaba en estas cosas era porque tenía una mirada que iba más allá de la diaria”.
CINTIA CASTAGNINO: Socia fundadora de Bioceres Entrevista en su casa de Santa Fe, mayo de 2021
«CON SUS CONOCIMIENTOS Y VISIONES cada uno aportaba lo que sabía, había que levantar la mirada, sobrevolar la situación coyuntural y pensar para adelante, más allá del contexto tomar la decisión y fundar la sociedad. Era como si en Bioceres voláramos más alto. Y eso se repetiría luego en otros momentos difíciles que fue preciso sortear, ese espíritu también tiene que ver con ser la empresa que hoy somos”.
GERÓNIMO WATSON: Director de tecnologías de Bioceres Conversación vía zoom, mayo de 2021
«ES DIFÍCIL PONERSE DE ACUERDO en el mundo del agro, en el que todo tiende a ser muy unipersonal. Ese fue para mí el milagro de Bioceres: que pudo lograr consenso entre muchos. Y la plasticola de ese grupo fue Víctor Trucco y su habilidad al convencer a la gente para que se pusiera detrás de este sueño. Pero no lo consiguió por tener un buen discurso, la confianza era fruto del esfuerzo que antes se había concretado en Aapresid. No era confianza en personas porque te caían bien, sino porque habían logrado algo relevante”.
FEDERICO TRUCCO: Ceo de Bioceres Conversación telefónica, mayo de 2021
«DEL SECTOR AGROPECUARIO MUCHA GENTE OPINA que le va bien casi sin hacer nada y solo por la tierra, que los productores carecen de la inventiva que en cambio podría tener un crack que diseñó un software. En Bioceres muchos encontraron la forma de reivindicarse mostrando el apoyo a la generación de conocimiento. Quizás este sea un análisis para un sociólogo, pero desde el principio hubo algo mucho más allá del retorno económico: la compañía ni siquiera vendía cuota partes prometiendo un rédito económico. Tiene más que ver con ser parte de una causa que te pone en otro lugar de la economía, en una situación constructiva de vincular el sistema científico con el productivo”.
HÉCTOR HUERGO: Periodista especializado en agro y socio fundador de Bioceres Entrevista vía zoom, mayo de 2021
«SABÍAMOS QUE TENÍAMOS CIENTÍFICOS en universidades, en el INTA y en el Conicet y carreras de biología con excelentes investigadores, pero en general eran grupos aislados y débiles desde el punto de vista de recursos. Fue Víctor Trucco quien les juntó la cabeza a varios productores y amigos para reunir recursos y que estas investigaciones pudieran tener lugar. La idea fue rápidamente abrazada por unos 20 productores. Yo era un convidado de piedra, pero dije acá quiero estar, quiero estar con mis ahorros, con lo que pueda”.
SANTIAGO LORENZATTI: Socio fundador de Bioceres Entrevista en su casa en Monte Buey, Córdoba, mayo de 2021
«YO ERA PARTE DEL STAFF DE AAPRESID, me llegó una carta de invitación para formar parte de Bioceres y en seguida me sumé aunque en 2001 era una locura poner plata para una empresa de biotecnología que aún no existía. Estoy seguro de que las palabras ‘dejar de ser usuarios para ser parte de la creación’ estaban en esa carta, la idea era orientar y estimular la maquinaria de producción de biotecnología. En lo personal me estaba por casar y ese aporte de 600 dólares se llevó la mitad de mi sueldo, pero nunca voy a dejar de estar agradecido a esas personas tan generosas que me invitaron a participar”.